18 noviembre 2008

El nial de la culiebra

Permítame el lector que vuelva hoy al castellano bien hablado (después de muchas entradas usando el malo), para poder contar bien claramente lo que ya nos adelantaban un anónimo hace dos entradas y serrón en su magnífica bitácora. El nacionalismo está inoculando en nuestra tierra un peligro que aunque no se vea, está latente y es bien peligroso.

Y es que este fin de semana puedo decir que estuve en el nido de la serpiente. Sí, también aquí en Cantabria existen esos lugares de paisaje idílico y aparente tranquilidad que esconden una oscura realidad: un Lizartza a la cántabra en donde el extraño es examinado con cuidado y un velo de silencio cubre las preguntas inoportunas de los forasteros.

Un alcalde que lo fue desde principios de los setenta hasta inicios del siglo XXI, pasando, como no, por diversos partidos nacionalistas que siempre encontraron aquí apoyo y que aún ahora mantienen su control. Exaltación nacional al son de gaitas en las misas durante las fiestas. Quejas y críticas continuas al papel opresor del Estado, encarnado en consejerías que masacran vacas y sueltan bichos desde helicópteros. E incluso una versión propia de kambera borroka que consisten en destrozar los indicadores de rutas que colocan los de Medio Ambiente en el monte.

Por supuesto, no podía faltar su invento por antonomasia: Menuda jatera tengo aquí, me suelta uno de esos nuevos fascistillas que ya supera los 60. Paez que no te alcuentro, hom, me espeta el otro, más joven y más radical aún. Yo sigo descargando piezas del andamio en aquella inmunda cuadra, sin responder, rumiando por dentro la cantidad de estúpidos urbanitas que se creerán toda esta basura ideológica del nacionalismo.

Gutu.

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