06 marzo 2008

Claves

Las críticas y la incomprensión duelen mucho. Así, cuando escuchas a gente hablar del diccionario de Daniel Estrada (un abrazo desde aquí) con la mala baba y mala intención con que lo hacen, la sensación es muy dolorosa. No tendrán argumentos ni razón, pero molesta que se rían de algo por lo que uno trabaja. Vuelves a casa algo cabizbajo, pensando si a lo peor están en lo correcto y sería mejor dedicarse a otra cosa: el traje típico, las cabañas pasiegas, la bandurria... ¿Quién me mandaría meterme en este tinglado? Si encima ese día has olvidado las llaves de casa y tienes que recorrer varios kilómetros para poder coger el juego de repuesto... el bajón está servido.

Sin embargo, algo sucede. Cuando vas a coger las llaves de repuesto que sólo una madre previsora acertó a colocar allí, sientes que todo vuelve a tener sentido. De forma sencilla, recuerdas por qué haces lo que haces, qué te impulsa y qué quieres. Allí, escrito con letra dificultosa de quien nació entre brañas sin oír de lingüística, te reencuentras con la razón: SOBERAU JISÚS.

Y a seguir

3 comentarios:

Anónimo dijo...

un post 100% de calidad

Pero la próxima vez... enfoca :-)

Anónimo dijo...

veceru: encantomi. Lo más guapu y sintíu que dí n´escuchar nunca, prométotelo.

serrón

Anónimo dijo...

Jijiji... pues si ti digo que hai purhí otru espaciu ondi pón en letras grandis ena puerta "SOBERAU" ya dendi va años... ;-)