21 marzo 2006

Plantear el debate

Primero nos ignoraron; después se rieron de nosotros;
luego nos prohibieron; y de repente, hemos ganado
GANDHI

Queda más de un año para las próximas elecciones municipales y autonómicas y ya se puede percibir el movimiento político. Notas de prensa, noticias y conflictos que de forma sutil pero constante apuntan a que la enorme maquinaria de poder de los partidos políticos se está poniendo en marcha. Unas elecciones tienen más de estudio de mercado, imagen y venta que de debate social pero no por ello debemos quedarnos con los brazos cruzados como meros espectadores. Ya que nos van a bombardear con discursos y promesas tenemos el derecho al menos a saber sus opiniones sobre temas que nos interesan. En nuestro caso, las hablas de Cantabria.

Si exceptuamos al CNC son pocas y desalentadoras las ocasiones en las que nuestros representantes se han pronunciado sobre cuestiones de la lengua en Cantabria y siempre lo han hecho de forma informal y sin afrontar preguntas: el presidente Miguel Ángel Revilla y la vicepresidenta Dolores Gorostiaga para dejar caer que aquí lengua sólo hay una.

Por eso, va llegando la hora de que esto cambie y deje de ser un tema ignorado. ¿Acaso nadie ha sentido el deseo de poder preguntar al presidente de nuestra comunidad en qué hablaba hasta los diez años o por qué dice entender el asturiano? ¿O preguntarle a la vicepresidenta acerca del diferente trato que su partido da al asturiano y al montañés? Seguro que intentarán evitarlo porque saben que no tienen más razones que un par de prejuicios mal traídos pero debemos hacer un esfuerzo por lograrlo. Que el debate salga a la luz pública y los políticos se posicionen; que todos sepamos dónde se sitúan y podamos rebatir sus argumentos. Un esfuerzo que debe ser de todos, cada uno desde su posición y sus limitaciones. Quizás así, en mayo de 2007 sepamos algo más de los que nos quieren gobernar.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Estoy de acuerdo contigo en que un código estandarizado -el castellano- se impone con todos sus modos, su vocabulario, sus expresiones a otros códigos con otras expresiones, otra forma de llamar las cosas, de referirse, de experimentar el mundo; y se impone, históricamente, a través de la educación, a través de los medios de comunicación, etc. El resultado de la creación de los estados que han seguido el modelo centralista e imperalista es precisamente ese: la homogeneización cultural de la población que abarca su territorio (pensemos en los nativos americanos que fueron exterminados sin ni siquiera darlos la oportunidad de la asimilación) De ahí, que recuperar estas formas culturales con su modo de vida sea un reto político hoy consistente en recuperar lo arrebatado y rearrebatado. Dicho esto, sin embargo, ¿cómo se puede asegurar que la recuperación cultural de una tradición perdida no se convertirá en una voluntad general opresiva, en una nueva religión civil que será sentida por todos los ciudadanos hasta en su intimidad? Modificar los hábitos incorporados a lo largo del tiempo supone crear sistemas de vigilancia y control debido a que la espontaneidad que antes existía en las prácticas culturales ha dejado de existir. Se trata de una corrección de la orientación de la sociedad que no sólo consiste en una lengua sino en unas maneras de sentir, pensar y actuar.

La cultura invasora se ha convertido en una rutina relegando a la cultura asimilada a un segundo plano (a la infancia, a las aldeas, etc.)Es la cultura invasora la que crea el sentido, la que fija los fines políticos, la que produce los símbolos,etc. ¿cómo articular un mundo en el que existan pluralidad de valores y en la que esos valores no se conviertan en dioses y demonios entre ellos? ¿cómo evitar que uno de esos valores no se convierta en un mounstruo hobbesiano que mantenga el orden frente a todos los demás?
En mi opinión, este es el riesgo que están asumiendo hoy los nuevos movimientos nacionalistas sean de izquierda o derecha: la posibilidad de orientarse hacia la creación de una tiranía basada en la construcción de dioses y demonios, de idolos en definitiva alrededor de los que gira la vida colectiva, idolos que se manifiestan jurídica y moralmente y que pasan a regir las vidas de los individuos. Es la vieja solución al individualismo y la distancia que olvida que hablar y pensar no quiere decir segregar. En vez de formular una crítica al sistema se orienta hacia la recuperación de la nación caída. Esto es la tragedia de hoy para el humanismo crítico.