Las asociaciones, colectivos y personas que firmamos el presente manifiesto lo hacemos movidos por el respeto hacia el patrimonio cultural y lingüístico autóctono de Cantabria, cuya pervivencia está en franco peligro.
Es un hecho histórica y filológicamente documentado, que en Cantabria evolucionó desde el latín, de forma particular, una realidad lingüística patrimonial emparentada con el tronco astur-leonés, adaptada y modelada durante siglos a una serie de factores, tales como el medio, clima, fauna, flora, etnografía o historia.
La variedad lingüística es un ejemplo de riqueza cultural y, como tal, merece ser objeto de especial atención en unos tiempos como los actuales, en los que por diversos motivos, la uniformidad cultural está creciendo a costa de la extinción de formas singulares e irreemplazables de comunicación social.
En este contexto, Cantabria posee un patrimonio original y diverso, actualmente operativo, pero sometido a un fuerte proceso de recesión, de manera que en poco tiempo podríamos asistir a su completa desaparición.
Creemos que es enriquecedor para el desarrollo del individuo en sociedad poder reconocerse cotidianamente en sus formas patrimoniales de expresión, todas igualmente respetables y valiosas, legarlas a las generaciones venideras y conservarlas como aporte especialmente significativo a la variedad cultural de la Humanidad.
En este sentido, la Carta Europea de las Lenguas reconoce la importancia del registro y conservación de la riqueza lingüística de un territorio, y es la misma Ley 11/98 de Cantabria quien señala esta realidad lingüística como parte integrante del patrimonio cultural inmaterial de nuestra Comunidad, con una extrema vulnerabilidad por su propia esencia y características.
Por todo ello, hacemos un llamamiento a la sociedad en general y a las instituciones en particular, para que apoyen y se impliquen de forma decidida en el estudio, promoción y divulgación de este legado cultural de singular valor, destacando en este aspecto la necesidad de su declaración como Bien de Interés Cultural, en tanto que supondría una obligación por parte de los poderes públicos de adoptar todas las medidas necesarias para garantizar su transmisión a las generaciones venideras.
Es un hecho histórica y filológicamente documentado, que en Cantabria evolucionó desde el latín, de forma particular, una realidad lingüística patrimonial emparentada con el tronco astur-leonés, adaptada y modelada durante siglos a una serie de factores, tales como el medio, clima, fauna, flora, etnografía o historia.
La variedad lingüística es un ejemplo de riqueza cultural y, como tal, merece ser objeto de especial atención en unos tiempos como los actuales, en los que por diversos motivos, la uniformidad cultural está creciendo a costa de la extinción de formas singulares e irreemplazables de comunicación social.
En este contexto, Cantabria posee un patrimonio original y diverso, actualmente operativo, pero sometido a un fuerte proceso de recesión, de manera que en poco tiempo podríamos asistir a su completa desaparición.
Creemos que es enriquecedor para el desarrollo del individuo en sociedad poder reconocerse cotidianamente en sus formas patrimoniales de expresión, todas igualmente respetables y valiosas, legarlas a las generaciones venideras y conservarlas como aporte especialmente significativo a la variedad cultural de la Humanidad.
En este sentido, la Carta Europea de las Lenguas reconoce la importancia del registro y conservación de la riqueza lingüística de un territorio, y es la misma Ley 11/98 de Cantabria quien señala esta realidad lingüística como parte integrante del patrimonio cultural inmaterial de nuestra Comunidad, con una extrema vulnerabilidad por su propia esencia y características.
Por todo ello, hacemos un llamamiento a la sociedad en general y a las instituciones en particular, para que apoyen y se impliquen de forma decidida en el estudio, promoción y divulgación de este legado cultural de singular valor, destacando en este aspecto la necesidad de su declaración como Bien de Interés Cultural, en tanto que supondría una obligación por parte de los poderes públicos de adoptar todas las medidas necesarias para garantizar su transmisión a las generaciones venideras.
1 comentario:
Más razón que un santo. Pero en este santoral somos pocos todavía.
Publicar un comentario