A nadie le gusta que nada más abrir la boca, aunque sea para pedir el pan, todo el mundo pretenda saber lo que uno piensa. Utilizar determinado idioma se considera como sintomático de lo que uno opina en política o en cualquier otro campo. Tremendamente comprometedor. Esto es precisamente todo lo contrario de lo que tiene que ser un idioma. Los idiomas tienen que ser neutrales. Cómodos y neutrales para dejar, que a su trasluz, expresemos nuestras ideas. No ser ellos mismos la idea central.
Inaciu Iglesias La identidá asturiana, Ámbitu; Uviéu, 1993
Idiomas neutrales. Por la utilización que se hace de ellos parece impensable, pero no deja de ser algo lógico. Cada lengua crea un mundo diferente que sólo puede ser expresado con sus palabras; cada lengua que muere mata un mundo. Pero no un mundo político, sino un mundo interminable de relaciones humanas y con la naturaleza ajeno a cualquier debate partidista. Un sentimiento, un paisaje, un momento, que sin esas palabras no existiría. Por eso luchamos por las lenguas minoritarias: para proteger la diversidad cultural, para preservar otros mundos.
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